03 agosto 2005

ZP y las cuentas de la Iglesia

¿Qué sería de ellos sin la Iglesia?


La directora general de Asuntos Sociales, Amparo Valcarce pide que no se marque la casilla destinada a la Iglesia en la declaración de la renta,

Una vuelta de tornillo más. Hasta ahora el discurso progresista era que la Iglesia debía financiarse por sí misma y fuera de los presupuestos del Estado. Ya no basta con eso, ahora tampoco quieren que los católicos entreguen su dinero a la Iglesia; es mejor entregarlo a las ONG’s manipuladas por ellos.

Esa imbécil –no pretendo insultarla sino describirla, ya que todos saben que ese calificativo significa alelado o escaso de razón– no cae en la cuenta de que la mayor ONG que existe es la Iglesia y que la labor social que desarrolla no podrá ser asumida por el Estado ni siquiera pagando. ¿Qué sería de los hospitales, residencias de ancianos, Hermanitas de los Pobres, Cáritas, Manos Unidas, comedores de caridad y tantos otros atendidos por la Iglesia mediante personas que realizan altruistamente labores de enfermería, limpieza, cocina y demás actividades que si fueran llevadas a cabo por personal remunerado con los salarios habituales, seguridad social, vacaciones, etc., los presupuestos del Estado no pondrían atender sin riesgo de quiebra?

Lo primero que debe estar claro es que el Estado español no financia a la Iglesia sino que contribuye económicamente a la labor social que desempeña. Insisto, la Iglesia se mantiene sola y el sostenimiento de la organización eclesial se lleva a cabo con sus propios medios. El Estado contribuye parcialmente –no los cubre íntegramente– a los servicios prestados. La labor que desarrolla la Iglesia está subvencionada ni más ni menos que como cualquier ONG o entidad que realice la misma actividad social y con los mismos criterios para todos. El mayor volumen de la contraprestación económica es proporcional al mayor volumen y alcance de su tarea. No hay otra razón ni privilegio.

El Arzobispado de Madrid ha recordado al Gobierno de Rodríguez Zapatero que desde 1982 el presupuesto del Estado no financia ninguna actividad de la Iglesia. Simplemente, la Iglesia se acoge a las subvenciones que el Estado dispone para tales fines con carácter general, en las mismas condiciones que los demás.

Pero tales subvenciones no son otra cosa que el pago de servicios prestados a la comunidad y al bien común, católico o no. No todos los pobres ni enfermos son católicos. Si analizamos la contribución del Estado, vemos que la Iglesia aporta a la sociedad mucho más de lo que recibe.

Gran parte del dinero de la Iglesia se destina a ONG’s de titularidad eclesial (15.000 millones ptas.) y a centros hospitalarios y de caridad (10.000 millones). En este capítulo, las instituciones de la Iglesia se benefician de las subvenciones previstas para todos los que hagan algo en este sector de interés social. Y si las instituciones católicas están más representadas, es un signo de que siempre se han distinguido por su dedicación a los más débiles.

Respecto a la actividad social y caritativa del catolicismo, fuertemente respaldado por sus fieles, además de la gran Cáritas Española, sus 67 delegaciones diocesanas y otras 10 Cáritas autonómicas, destacan ONG’s como Manos Unidas y entidades tipo Hermanitas de los Ancianos Desamparados o Hermanitas de los Pobres.

Los centros hospitalarios propiedad de la Iglesia (116), y los centros de caridad y sociales como ambulatorios y dispensarios (180); casas de ancianos, inválidos o disminuidos psíquicos (865); orfanatos (323); guarderías infantiles (417); centros especiales de reeducación (325) y 'otros centros de caridad y sociales' (717) también reciben subvenciones o tienen conciertos con el Estado, al igual que muchas otras entidades y hospitales privados.

Durante todo el año y no sólo en situaciones puntuales de extrema gravedad, los misioneros atienden 15.000 instituciones de beneficencia (dispensarios, hospitales, orfanatos, comedores, etc.), 112 de las cuales se encuentran en los países actualmente más afectados por la hambruna y más olvidados por todos.

Sin olvidar tampoco la imponente actividad educativa de la Iglesia que se resume en: 45.240 aulas, 1.500.037 alumnos y 80.959 profesores en preescolar, primaria, secundaria, bachillerato y enseñanza universitaria, donde diferentes órdenes eclesiásticas mantienen siete universidades del máximo prestigio –la de Deusto, la de Navarra, la de San Pablo-CEU, las pontificias de Comillas y Salamanca y las universidades católicas de Murcia y Ávila– además de 15 Facultades eclesiásticas, 41 centros teológicos, 11 colegios universitarios, 55 escuelas universitarias –sobre todo de Enfermería y de Magisterio– y 72 institutos superiores.

Pero también la Iglesia ha de dedicar 7.000 millones ptas. para el mantenimiento de su patrimonio histórico-artístico que consiste en 280 museos, 130 catedrales o colegiatas con cabildo y casi mil monasterios. ¿La aconfesionalidad del Estado incluye dejar caer a pedazos la catedral de León?

Los que se declaran católicos –practicantes o no– somos un 80 % de la población española ¿Cómo se justifica que un “Gobierno” ignore y perjudique a la mayoría ciudadana, poniendo trabas a supervivencia de su religión, mientras promociona y beneficia a la minoría musulmana que trabaja en silencio para suplantarnos y anularnos, facilitando su expansión?

Frente a un 80 % de católicos –según última encuesta del CIS 18.5.05– solamente hay un 1,8% de musulmanes. Mientras que para los salarios de los profesores de Religión de la enseñanza pública, demandada por el 85% de los padres, la Iglesia católica recibe 100 millones (de los que 90 millones de euros proceden de la crucecita que ponemos los católicos en el IRPF), los musulmanes reciben 30 millones por el mismo concepto. Proporcionalmente a su importancia demográfica, a los musulmanes les correspondería solamente 2,08 millones. ¿Dónde están los privilegios de la Iglesia Católica?

Todavía resulta más incompresible que personas tan ignorantes hayan escalado puestos hasta el sitio que ocupan. Será porque dominan la insidia. Esta gentuza ha conseguido convertir la aconfesionalidad del Estado en anticonfesionalidad.

Y un último dato. Cuando en las guerras se retiran las ONG’s, sólo quedan los religiosos. Un progre no tiene pantalones para ello y menos gratis. No sé cómo tan mezquino progresismo de salón se permite hacer tales recomendaciones. El odio les ciega.

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