01 agosto 2005
ZP y el islam radical
Que la sociedad abra los ojos ante el problema del Islam radical es algo que sólo sucede ante un atentado que le toque directamente. Ni siquiera sirven las experiencias ajenas y en el caso de España, ni siquiera las experiencias propias. Una parte de los españoles –hoy mayoría– son tan fanáticos de sus ideas y de los “líderes” que las representan como ellos, los fundamentalistas islámicos. Quizás por eso los comprenden tan bien y los apoyaron en Irak y votaron el 14-M a favor de sus objetivos.
Despertar ante el peligro islámico es un proceso lento y costoso. A los americanos les costó los tres mil muertos de las Torres Gemelas. A los australianos les costo varios miles de muertos en la explosión de Bali. A los rusos la atrocidad de los rehenes de Beslán. A los nepalíes les despertó la decapitación de los 12 trabajadores asesinados en Irak. Y a la mayoría de los españoles no les ha despertado ni siquiera la matanza de Atocha. Siguen creyendo en la bondad islámica y justificando su implantación en España.
Pero a los holandeses, una de las sociedades más tolerantes del mundo, les bastó un sólo asesinato, el de Theo van Gogh, un conocido libertario radical, cineasta, productor de televisión, tertuliano, columnista de prensa y embaucador que se permitió criticar al Islam en un libro y una película. Su asesino fue Mohammed Bouyeri, un marroquí de 26 años nacido en Holanda y con doble nacionalidad que, aunque holandés de nacimiento, no dudo en asesinar a quien se permitió cuestionar al Islam.
La ministra de inmigración, Rita Verdonk, una de las cinco personas también amenazadas por el marroquí, lamentó públicamente que el país hubiera ignorado durante tanto tiempo la presencia del Islam radical. «"Durante demasiado tiempo, hemos dicho que teníamos una sociedad multicultural y que sencillamente, todos encajarían con todos. Fuimos demasiado inocentes al pensar que la gente coexistiría en sociedad"».
Jozias van Aartsen, líder parlamentario del partido VVD fue más allá: «“Esta gente no quiere cambiar nuestra sociedad, quieren destruirla"».
“De Telegraaf”, un diario importante, publicó un editorial inimaginable antes del asesinato de Van Gogh, pidiendo «"una campaña pública contra los fanáticos fundamentalistas musulmanes"».
Incluso los políticos de extrema izquierda reaccionaron ante la necesidad de decir «"las verdades difíciles"» acerca de la inmigración, centrándose en la «”desproporcionada criminalidad de los musulmanes”».
Que la extrema izquierda hiciera una observación como esta sería inaudito para nosotros porque en España esas reacciones nunca se habrían producido y de hecho sucede todo lo contrario –en realidad no se atreve ni la oposición–. Los gobernantes facilitan la legalización de los que llegaron ilegalmente «“porque los necesitamos para pagar las pensiones del futuro”» –una gran mentira según informe del Banco de España– y los medios de comunicación –salvo honrosas excepciones– silencian cuanto pueda entorpecer los fines del envilecido entorno mafioso que nos gobierna.
Todo por el Islam mientras cruzan los dedos para que el fanatismo islámico siga dormido. Para conseguirlo les seguiremos dando cuanto quieran.
Es la misma política que con los otros enemigos de España, los separatistas vascos y catalanes. Ni más ni menos. Lo que pidan y en cuanto los islamistas pongan más bombas nos sentaremos a negociar con ellos.
No hay duda que el camino lo abrieron los islamistas junto con ETA en Atocha.