01 agosto 2005

ZP - el aborto

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Según denuncia el Instituto de Política Familiar (IPF) en su informe sobre la “Evolución del Aborto en España”, el aborto, con uno cada 6,6 minutos, se ha convertido en la principal causa de mortalidad en España.

El IPF considera que "el fracaso de las Administración en el año 2004 es evidente", ya que, constata, "uno de cada siete abortos se produce en adolescentes menores de 19 años".

El presidente Rodríguez es el responsable de la ampliación de la Ley del Aborto, cuya reforma fue pensada para permitir el aborto libre en las primeras 12 semanas –hasta los tres meses de embarazo– y para que sea la mujer la que tome una decisión ante un embarazo no deseado.

Pero Rodriguez también es responsable de que el aborto sea la principal causa de mortalidad y de una parte de los más de 700.000 niños muertos en abortos voluntarios llevados a cabo en España desde que se aprobó la ley del aborto.

El peligro para la salud psíquica de la madre se ha convertido en un cajón de sastre donde cabe todo ya que el 97,83% de los motivos se acogen a este supuesto. Hoy ya nadie habla del derecho a la vida de los no nacidos y el aborto se ha convertido en una práctica médico-social habitual sin control legal alguno en los supuestos contemplados por la ley, propiciando el descontrol y que se pueda abortar sin más.

En contraste con esta permisividad, causa estupor la agresividad e intransigencia de las campañas anti-tabaco que persiguen, acosan y arrinconan a los fumadores negándoles cualquier derecho hasta convertir el hecho de fumar en una actividad proscrita, deleznable y mal vista por la sociedad. La guerra contra el tabaquismo es total y se llegan a mutilar libertades individuales en aras de evitar tanta muerte sin sentido.

Sin embargo, el aborto, aún siendo causa de muchas más muertes que el tabaco, disfruta de la demagógica protección del Estado, así que no es una cuestión de justicia, ética o libertades sino de intereses partidistas ya que ambas cuestiones –tabaquismo y aborto– producen réditos electorales. Y la demagogia tiene éxito a pesar de que ambas campañas se justifican de forma contradictoria.

El agravio comparativo a todos los niveles es evidente. Frente a un fumador perseguido, una abortista protegida. Frente a una mera posibilidad de riesgo para la salud, una muerte cierta y consumada. Frente a unos ciudadanos inocentes, unos asesinos confesos.

Está claro que los abortos se han disparado en España y la cifra se ha duplicado en los últimos años gracias a la política educativa introducida por el socialismo, que en lugar de enseñar moral ha enseñado a ponerse el preservativo, es decir, a evitar las consecuencias de la falta de moral.

Y como guinda, algunos pretenden que los padres de menores –abuelos de pleno derecho– no sean ni siquiera informados previamente. La menor podrá abortar sin el consentimiento paterno y el médico guardará la confidencialidad.

Pero claro, de los que tienen una moral corrupta o nula y son capaces de resolver un problema –el terrorismo etarra– mediante el asesinato –el GAL– no puede extrañar que este otro problema lo quieran resolver también segando vidas.

Es la corrupción moral travestida de ética.

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